ONG Escuelas NILO: un puente de oportunidades para las comunidades indígenas

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Gracias al apoyo de particulares y empresas, alrededor de 2.500 waraos que habitan en Delta Amacuro han sido beneficiados por el trabajo de esta asociación civil, que brinda formación en distintos oficios a niños y adultos y los apoya con insumos básicos para aliviar las carencias que sufren ante la desatención estatal

*Por Albany Díaz

Con 23.987 de los 36.027 waraos registrados en el  XIV Censo Nacional de Población y Vivienda de 2011, el municipio Antonio Díaz del estado Delta Amacuro se ha convertido en el principal hogar de quienes pertenecen a esta etnia y el centro de trabajo de la ONG Escuelas NILO (Naciones Indígenas Libres y Organizadas), presidida por la educadora y especialista en Musicología Latinoamericana de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Nina Hurtado.

Siguiendo el sueño de su niñez de construir escuelas para los más necesitados y después de trabajar e investigar durante varios años a las poblaciones indígenas de Amazonas, Anzoátegui, Monagas, Sucre Bolívar, Zulia y Delta  Amacuro, Hurtado se unió con una wayuú y una warao para, desde el 15 de mayo de 2008, poner en marcha el proyecto, del cual hoy queda como única encargada y el cual siente “es su propósito de vida”.

“A los 20 años me fui a vivir a Amazonas, comencé a ver la necesidad en las comunidades y descubrí que las escuelas que siempre soñé que quería construir eran en poblaciones indígenas. Así fue como se aclaró mi propósito de vida y pude unir lo que estaba estudiando con eso”, confesó.

Tras 13 años de trabajo, esta ONG -cuyo objetivo es “mejorar las condiciones de vida de los indígenas en todos los sentidos”- ha logrado convertirse en una de las grandes plataformas de ayuda para los habitantes de cuatro comunidades indígenas del municipio, especialmente de las zonas de Dijarukabanoco, Araguaibisi, Caño Atoibo y Jobure.

Waraos: una etnia golpeada

La crisis humanitaria y de derechos humanos vivida durante los últimos años en Venezuela se ha traducido, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), en 76.6% de pobreza extrema. Sin embargo, esta situación llega a ser mayor en poblaciones rurales alejadas de las grandes ciudades del centro del país y muy especialmente entre las comunidades indígenas.  Por ejemplo, en el municipio Antonio Díaz de Delta Amacuro, el porcentaje de habitantes que vive debajo de la línea de pobreza extrema es de 83%.

En un informe con fecha de septiembre de 2020, la Comisión Internacional de Juristas (CIJ) indicó que los pueblos indígenas “han sido tradicionalmente olvidados por las autoridades gubernamentales venezolanas y condenados a vivir en la pobreza”, con condiciones que van desde desempleo y hambre hasta la destrucción de su hábitat, y con una precariedad que se ha acentuado desde 2016, tras la creación de la Zona de Desarrollo Estratégico Nacional del Arco Minero del Orinoco, por parte del Ejecutivo nacional.

Este contexto –apunta el informe- viola el derecho reconocido de los indígenas a la protección de sus territorios e “impacta de manera negativa los derechos de los pueblos indígenas a la vida, la salud y un medio ambiente seguro, saludable y sostenible”.

Construyendo puentes de cooperación

Movidos por la desatención estatal, desde hace cinco años los integrantes de la ONG Escuelas NILO se enfocan en el trabajo con familias waraos (la etnia indígena más antigua y la segunda más grande de Venezuela), principalmente las de la comunidad de Dijarukabanoco, enclavada en el Bajo Delta del río Orinoco, a unas 4 horas de navegación de la capital del estado, Tucupita.

La población atendida va de los 12 a los 74 años, a través del desarrollo de programas educativos en áreas como artesanía, carpintería, agricultura, tejido, pesca, reciclaje y energías renovables, en los que han sido favorecidos 500 habitantes.

Hurtado explicó que, aunque los talleres tienen como sede a la zona de Dijarukabanoco, también asisten habitantes de otras comunidades como Araguaibisi, Caño Atoibo y Jobure, que se trasladan vía fluvial.

Ahorita estamos trabajando en una comunidad indígena llamada Dijarukabanoco, que queda en el bajo Delta del municipio Antonio Díaz del estado Delta Amacuro, pero siempre llegan mujeres, hombres y niños de otras comunidades, normalmente lo hacen remando desde pueblos cercanos. Los viajes que hacen tienen una duración de entre de 30 minutos a 1 hora”, indicó.

Durante su última visita, llevada a cabo en enero de 2022 después de una jornada de recolección de insumos iniciada con la llegada de la pandemia por Covid-19 en 2020, la organización logró beneficiar a más de 2.000 personas al entregar más de una tonelada de ropa, alimentos, artículos de bioseguridad, artículos escolares, herramientas de agricultura y otros insumos, donados por particulares y empresas venezolanas.

La fundadora de la organización señaló que el hecho de trasladar esa cantidad de rubros durante tantas horas y con 32 puntos de control policial de por medio fue “un milagro”, provocado por la fe y la buena intención de los venezolanos.

Es increíble lo que se puede hacer en equipo cuando la gente se identifica con una causa. No teníamos nada y aun así logramos llevar esas donaciones de amigos, familiares y empresas. Indudablemente, debo atribuírselo a Dios. Los viajes son sumamente costosos y llevar tantas donaciones a zonas tan lejanas es un milagro y la suma de muchas personas orando, aportando y deseando el bien”, manifestó Hurtado.

Las empresas contribuyentes incluyeron a Montalbán y a la Ferretería EPA, por medio de su iniciativa “Ayudar es Sencillo”, con la que los clientes de la tienda sumaron monetariamente a la causa y gracias a la cual la ONG pudo costear el viaje de 33 horas (16 por carretera y 17 por vía fluvial) desde Caracas hasta el Bajo Delta del Orinoco.

Visión verde y a futuro

A pesar de haber operado durante la última década sin una sede fija, la educadora egresada de la UCV anunció la construcción de la primera  Eco- escuela Campamento turístico con Propósito NILO, de un plan total de siete edificaciones, con la intención de “promover actividades de formación productiva en función del medio ambiente y sin dejar huella en el Delta del Orinoco”.

De acuerdo con Hurtado, la idea de la Eco-Escuela “no es construir una escuela adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Educación, sino ayudar a los waraos a desarrollar conocimientos que puedan ser productivos y que les permitan tener ingresos, mitigar la pobreza material y mental, y crear mejores condiciones de vida”. 

Esta construcción eco-amigable de más de 6.000 m² de superficie, que estará ubicada en Dijarukabanoco, además de fungir como sede de capacitación vinculada a lo socio-productivo y ambiental en una primera etapa, será  también un centro eco-turístico que permitirá la autogestión de la comunidad, a la vez que añadirá las actividades de subsistencia tradicionales de los waraos (la pesca, la caza y la recolección).

Esa es una zona que está en desempleo, solo manejada por trueque. No hay circulación de dinero. La escuela está diseñada para que tenga un espacio para la posada eco-turística. No es el momento, por el tema pandémico y porque requiere una inversión grande, pero está previsto.  Para eso hay que aprender a pensar como anfitrión de turistas y en esa parte entra la educación, ya que  hablamos de comunidades que se acostumbraron a recibir las cosas fáciles por políticas públicas que destruyeron las propias prácticas que la beneficiaban, como autoproveerse”, afirmó Hurtado.

El espacio está siendo levantado por grupos de trabajo conformados por niños, jóvenes, adultos y ancianos waraos, y estará conformado por:

  • 4 cuatro salones (1 de tecnología,  2 de capacitación y 1 de usos múltiples)
  • 2 miradores
  • Área de servicios generales
  • Área recreacional
  • Comedor-cocina
  • Muelle
  • 7 cabañas turísticas

Los mismos waraos son los que están construyendo la sede, los materiales están en el entorno y todo lo queremos hacer ecológico. Nos hemos metido en el tema de energía fotovoltaica con paneles solares para poder realmente hacer un proyecto autosostenible. La idea es que aunque estemos o no en el lugar, los servicios se mantengan a  través de los años”, puntualizó la directora de la ONG.

Un llamado a los venezolanos

A pesar de las complicaciones que representa mantener una ONG en un país en crisis, Hurtado cree que “siempre se tiene algo para dar” y anima a los venezolanos a ver más allá de las circunstancias y a concentrarse en trabajar por el bienestar común.

Pensamos que tenemos que tener mucho para poder empezar. Esa mentalidad es la que hace que nos mantengamos en el mismo lugar en donde estamos. Debemos pensar en  que hay un bien mayor, arriesgarnos, salir del status quo, seguirnos preparando, seguir orando y  seguir haciendo el bien. Esa es la mentalidad que nos ayudará a crecer. La de entender que cuando nos movemos por un bien común, más llega a nosotros”, planteó.

Añadió que las problemáticas a resolver en el país requieren de profesionales en constante actualización,  que crean en lo que hacen y que mantengan la esperanza.

Hay tantas cosas por hacer en Venezuela y los profesionales estamos llamados a ponernos creativos, a desarrollar mente estratégica e inteligencias que de pronto no habíamos desarrollado. Eso nos hará mejores personas en todos los sentidos. Hay que aprovechar la tensión que nos da la crisis para dar ese salto cuántico y ponerse en otro nivel de pensamiento, acción y fe”, finalizó.

Quienes estén interesados en conocer más del trabajo realizado o apoyar con insumos a la ONG Escuelas NILO, pueden solicitar información a través de la cuenta @escuelasnilo en Instagram o por medio del correo escuelasnilo@gmail.com.

*Fotos: cortesía ONG Escuelas Nilo

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