Robert Rodríguez, director de Huellas: arraigo, compromiso y empoderamiento surgen luego de soñar al país

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El movimiento juvenil, impulsado por la Compañía de Jesús en Venezuela, celebró el pasado mes de noviembre su 30 aniversario. El director de esta organización conversó con Reto País sobre los desafíos y dificultades que implica formar y acompañar a la juventud en los tiempos que corren.

Por Marina Piña/Fotos: Cortesía Movimiento Juvenil Huellas

Alcanzar 30 años de vida dedicados a formar y promover, en los jóvenes, valores de liderazgo y de compromiso con la comunidad y el país en pos de una vida más digna y humana, no es tarea fácil.  La Compañía de Jesús en Venezuela entendió que no había una oferta de este tipo para los muchachos de zonas de bajos recursos económicos y, en 1989, puso en las manos de Miguel Matos s.j. la tarea de crear, junto con un grupo de seis laicos comprometidos, el Movimiento Juvenil  Huellas.

Desde hace tres años, y con más de 9 mil huellistas, esa responsabilidad recae en el jesuita Robert Rodríguez, quien nos ofrece una mirada cercana de la organización, de sus logros, de sus errores y de sus proyectos para estos complicados años que están por venir.

¿Qué le ha dado permanencia a Huellas durante 30 años?

“Primero, la gente que se sumó a este proyecto. Huellas, tal vez parecido a Fe y Alegría,  tiene una chispa para convocar y conectar. Aquí se conectó gente, escolares, laicos, que creían en la propuesta, que la querían, que tenían habilidades y técnicas para trabajar con los muchachos. Soñaban con un proceso más allá de un grupo de parroquia, de colegio. Yo creo que eso fundacional, que conectó a esa gente buena, tiene un valor que le ha dado al grupo permanencia en el tiempo. Otro dato es que los procesos de liderazgo en Huellas han sido visionarios. El liderazgo de Miguel Matos, de Gustavo Albarrán, de Williams González, de Eloy Rivas y de todos los directores, ha conformado equipos que se han comprometido con pasión, que han creado una propuesta. Pero no es solamente esto, sino el contacto directo que hay entre todos, en las visitas nacionales, regionales, los eventos de los jóvenes. Esa calidad de relación humana le ha dado a Huellas un valor, porque quien ha entrado en esa dinámica y ha recibido ese modo de relación, ha salido con esa marca”.

¿Cómo hace para cargar con el peso de los liderazgos anteriores?

“No lo asumo como un peso. Cuando me nombraron director, yo fui a conversar con Gustavo, con Miguel, con Eloy… para lograr una primera aproximación del camino. Ellos me dijeron que  todos los directores han tenido su huella, su marca, su espíritu específico, “y tú tienes que encontrar el tuyo”.  Ahora, si hay una burocracia que pesa, esa si la cargo, pero es la cuota que debo asumir”.

En este momento país, ¿qué aportan ustedes, en qué ayudan a los jóvenes?  Hay muchachos que piensan que este país no sirve.

“Nosotros tenemos una experiencia distinta con respecto a los chicos. Logramos conectarlos en un espacio grupal seguro, porque hay un adulto que cumple, porque hay una persona inspiradora y hay otros jóvenes que, al igual que él, están padeciendo la misma circunstancia y tienen modos distintos de vivirla. Ese espacio, esa asociación con otro, el compartir la experiencia da fortaleza personal. En ese sentido, aquí es donde uno personalmente se ubica para enfrentar la situación de modo distinto a como otros la afrontan”.

Lo primero es que Huellas congrega un espacio seguro, lo segundo es que ofrece capital social, lo tercero es que genera arraigo. Aquí viene la metodología de Reto País: cuando nosotros hemos colocado a los muchachos a soñar el país, a contrastar ese sueño con el país vivido y a invitarlos a proyectar trayectoria de acción, ellos se asumen como seres capaces, asumen que pueden hacer cosas en el país y que, esas cosas, tienen que hacerlas dentro de sus comunidades.  Allí siento que hay un proceso de arraigo y de empoderamiento.  Arraigo porque el país que sueño, el país que tengo todavía puede ser, es posible, y tengo que trabajarlo. El asunto de la imaginación, de la conversación, crea arraigo, compromiso y empoderamiento.  Esa experiencia con universitarios, muchachos de educación básica y diversificada, la he visto y  la he escuchado siempre aplicando la metodología Reto País. Ya tenemos dos años con unos resultados comunes”.

¿Similares en los dos años?

“Similares en la forma, que arraiga y que empodera a los chicos. Las diferencias han estado en que los relatos son más dolorosos en 2019 que el año pasado”.

Hablas de arraigo, pero han perdido la mitad de los muchachos universitarios.

“Yo creo que en los estudiantes universitarios la fuerza de la situación país les ha tumbado sus expectativas. Creo que ha sido muy duro para ellos, en especial, pero también hemos tenido salida en los voluntarios. Los adultos que aportaban un tiempo para formar a los jóvenes, primero comenzaron a hacer colas para comprar cosas, luego eso no les funcionó y tuvieron que salir del país. Entonces, en los adultos también ha habido un descenso, pero no ha sido tan significativo como en los jóvenes, estábamos en 747 y ahora estamos en 707. Creo que nosotros no supimos abordar a tiempo el asunto, cuando lo empezamos a hacer ya la diáspora estaba encima, debíamos haberlo hecho mucho antes. Los que se fueron, se han mantenido conectados, apoyando, como parte de la gran familia Huellas, y ha sido un motivo de encuentro, generación de capital social en el exterior, en Chile, Colombia, Ecuador, Argentina, Perú”.

Huellas de cara al futuro

Actualmente el Movimiento Juvenil Huellas, que comenzó hace 30 años en la parroquia universitaria de la UCV, cuenta con 9 mil 299 jóvenes, acompañados por 707 voluntarios en todo el país. Su trabajo se desarrolla a través de una casa de formación, cuatro centros comunitarios del programa Casa de los Muchachos, la comunidad de universitarios Padre Alberto Hurtado (CUPAH) y dos Servicios: el Centro de Formación San Luis Gonzaga y la Comunidad Laical Ignaciana (CLI).

¿Quiénes son los huellistas?

“Son principalmente jóvenes de comunidades populares, eso por nuestras alianzas con los colegios de Fe y Alegría, pero también tenemos jóvenes que vienen de parroquias diocesanas, que están en colegios jesuitas, que están surgiendo de centros comunitarios, de organizaciones. Vienen de diferentes canteras, de diferentes lugares vitales.  Normalmente, el párroco diocesano nos dice ‘yo quiero Huellas’ como propuesta, o el director de un colegio, o el gerente de un centro comunitario y, en una relación de alianza institucional, comienza toda un proceso de organizarnos para invitar a los jóvenes. Luego, lo primero que hacemos son los encuentros de la amistad, espacios lúdicos, recreativos, con una dimensión espiritual.  En un segundo momento, ellos tienen que profundizar y aplicar sus aprendizajes en experiencias de acción social, como retiros espirituales y encuentros.  Allí se les da la oportunidad para que vivan todo lo que han aprendido, pero también para que generen sus propias convicciones.  Lo que se intenta es que cada uno se convierta en un líder popular, comprometido con su contexto, que intenta intervenir y crear mejores condiciones de calidad de vida, porque es importante que esté más relacionado con su propio contexto.  Si lo sacamos de su lugar natural es porque es un valor que conozcan experiencias significativas en otros lugares, pero  intentamos que lleven un plan de acción”. 

Cuál es el rango de edad para participar en Huellas, incluyendo al adulto acompañante

“Desde 12 hasta 25 años.  El de 25 es el joven adulto que está a punto de graduarse o ya lo está. Los que acompañan pueden ser de 40, 50 o 60 años. Nosotros logramos involucrar en la formación a personas de diferentes tiempos vitales. Todas son significativas».

 

Estamos en el tiempo del aquí y el ahora, de la inmediatez. El del hazlo ahora porque mañana no sabes dónde vas a estar.  Es difícil sobreponerse a esa corriente, pero en el caso de ustedes ¿cómo ven la organización de cara al futuro? ¿Su programación es a cuántos años?

“Tenemos una planificación estratégica a cinco años. Nos encaminamos hacia el fortalecimiento institucional, hacia la articulación de todo lo que se haga. Porque, si el compromiso es el país,      para poder incidir tenemos que estar medianamente fortalecidos a nivel institucional porque esta crisis es tan fuerte que, si hay fragilidad institucional, cancelaríamos los programas, las promociones, dejaríamos de visitar, de crecer, de hacer lo que tenemos que producir.  El otro aspecto que vamos a trabajar es la actualización de nuestro material informativo, nuestras prioridades de formación, nuestras estrategias.  Primero, el contexto nos exige que no podemos seguir formando como antes, cuando había medianas condiciones normales. Hay un dato en el contexto que nos invita a actualizarnos en torno a la formación, pero también hay un dato antropológico: los chicos de ahora no son los del 2007, cuando se actualizaron las datas. Estamos caminando progresivamente a esa formación  y lo otro importante, en cuanto a la actualización de nuestro material informativo,  es que nosotros entramos en conexión con colegios jesuitas, con Fe y Alegría, con parroquias que tienen un modo de educar. Entonces, tenemos que crear un material formativo que sea lo suficientemente flexible, que se pueda adaptar a los distintos lugares donde se desarrolla el grupo. Eso ya está andando y aspiramos que sea para finales de 2020.

Otro elemento importante de destacar, de cara al futuro, es el proceso de internacionalización.  Huellas, en este momento, es una propuesta pastoral en las provincias de Venezuela, República Dominicana, Perú y Colombia. Estamos viviendo ese proceso de ser, más allá de Venezuela. Cada uno de esos grupos tiene su personalidad y tiene su contexto y, cada una de ellas, nos están ayudando a renovarnos porque  tienen otras perspectivas, están construyendo su tradición y, en ese sentido, están actualizando, están creando.  Para el año 2021 pensamos en un encuentro de distintas Huellas a nivel nacional y a nivel internacional. Creo que en ese encuentro vamos a construir lo que Fe y Alegría llamó el ideario común, la base del proceso de internacionalización.  La revista del 30 aniversario registra en sus últimas páginas la internacionalización del movimiento”.

¿Cómo entra la tecnología dentro de todo el proceso de actualización?

“La tecnología entra como complemento, porque para nosotros lo que transforma a un chico es la relación tú a tú. Entonces, la relación digital, la vida digital es un complemento que enriquece y nos amplía el alcance, pero que no es sustituto de la interacción personal”.

 

 

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