La Guajira sueña a color

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Pese a la ausencia del servicio eléctrico desde la noche anterior, al Taller Estadal de Reto País- Región Guajira acudieron miembros de la Casa de la Cultura y representantes de organizaciones, fundaciones e instituciones públicas en el área de la educación, salud y seguridad

 

El sol comienza alegre a recorrer su camino, como un atleta sale por un extremo del cielo y llega hasta el otro extremo, sin que nadie pueda verse libre de su calor. Salmo 19

 

Reto País llegó a La Guajira para brindar a sus habitantes la oportunidad de soñar una Guajira a color, ante una realidad plagada de contratiempos, carencias y dificultades, que amenazan sus costumbres y tradiciones, y que alteran su cotidianidad, robando su alegría e imponiendo una escala de grises ante la urgencia por resolver el hoy, impidiéndoles pensar en el mañana.

La partida de familiares que han emigrado en busca de mejores condiciones de vida, y el surgimiento de nuevas prácticas ideadas para la obtención de ingresos suficientes para enfrentar la hiperinflación reinante en el país, han generado un clima de desconfianza y egoísmo ante la inseguridad y zozobra en que viven sus habitantes.

La frase del autor español Miguel de Unamuno “Hay que volver a pensar en los lugares comunes para librarlos de sus maleficios”recuerda la necesidad de encontrarnos en aquello que nos vincula para enfrentar lo que nos separa y destruye. La invitación de Reto País a volver al lugar común, animó a los representantes de las distintas fuerzas vivas de la región Guajira a participar en la construcción de un horizonte común y brindar sus saberes y experiencias en función de emprender una acción social más comprometida con la comunidad.

Pese a la ausencia del servicio eléctrico desde la noche anterior, al Taller Estadal de Reto País- Región Guajira, realizado específicamente en la Escuela de Fe y Alegría Paraguaipoa, acudieron representantes de diversas organizaciones y fundaciones, miembros de la Casa de la Cultura y representantes de instituciones públicas en el área de la educación, salud y seguridad.

En la primera fase del ejercicio, las facilitadoras invitaron a los asistentes a soñar La Guajira que deseaban. En la mesa de ciudadanía ocurrió algo interesante: cuando los participantes comenzaron a describir al ciudadano que aspiraban en esa Guajira soñada, la intervención de un joven acalló las voces de sus compañeros al generar un relato que produjo gestos de aceptación y sonrisas en los mayores.

Taller Estadal de Reto País en La Guajira

El joven, al escuchar cómo querían que fuese el wayú de ese futuro soñado, comentó lo que contaban sus ancestros, cómo era la relación entre los pueblos pertenecientes a las etnias wayú y añú, habitantes de La Guajira. Ciertamente él no había estado ahí, pero fue su voz la que se oyó, fue su sueño el que inspiró otros sueños y a otros soñadores. Al final, los sueños conocen el camino, solo hay que seguirlos.

Históricamente, los wayú se dedicaron al cultivo mientras que los añú, habitantes de la laguna de Sinamaica, se dedicaban a la pesca. El intercambio de sus productos mostraba un mercado activo y muy variado con artesanías, peonias, chinchorros y mantas multicolores, que ondeaban al viento y, se exhibían en los mercados visitados por lugareños y algunos turistas.

En esa Guajira la palabra se respetaba y la frontera no limitaba el tránsito de sus habitantes. La Guajira es una y el wayú no se sentía extranjero. Las enramadas permitían abrigo y daban sombra para el viajero. Así, la hospitalidad y el buen trato ante un sol inclemente y una tierra árida que los cobija, caracterizó a la gente de esta región.

Hoy los pueblos de La Guajira encuentran en ese lugar común los colores de esperanza que invitan a construir un horizonte comunal. Este horizonte ha de orientar sus esfuerzos para recobrar sus tradiciones, que sienten haber perdido por el paso de los años y las adversidades. Y recobrar también, por medio de estas tradiciones, la brújula y el impulso necesario para seguir apostando por el país en el que están hondamente sembradas sus raíces.

Por: María Chiquinquirá Parra Prieto

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