El afecto por sus hijos y la congoja al perder uno de ellos han sido el combustible que mueve la vida de Alfonso Brandt, comerciante, padre de tres varones, participante de la renovación carismática en Caracas y quien muestra, en esta entrevista, el trabajo que realizan desde FundaKenneth para apoyar a niños y jóvenes con cáncer y sin recursos para afrontarlo.
*Por Marina Piña
La organización se gestó en la mente de un joven de 15 años, diagnosticado con un osteosarcoma de células gigantes en su pierna izquierda, quien después de 11 meses de cirugías, tratamiento y múltiples hospitalizaciones, falleció. Mientras se enfrentaba con el cáncer, la compasión fue tomando cuerpo en Kenneth Brandt: quería ayudar a otros niños y jóvenes que estuvieran en su condición, porque veía que muchas veces tenían que venir a tratarse a Caracas y no contaban ni siquiera con un lugar para pernoctar.
Unos días después de su muerte, a principios de 2016, se constituye, de hecho, la fundación que lleva su nombre y su padre, Alfonso Brandt, se coloca al frente de ella para honrar el deseo de su hijo, dedicando su vida -conjuntamente con su familia y amigos- a este proyecto que, el año pasado, prestó ayuda a 250 personas de manera directa y a unas 1.000 indirectamente. Alfonso hizo propio el sueño de su Kenneth y ya son cuatro años de labor. Sus aportes van desde el costo de un examen hasta una sonrisa o un abrazo a quien lo necesite.
¿Cuánto tiempo tiene la Fundación Kenneth y cómo ha sido este trabajo hacia y con los demás?
“La fundación se constituye el 16 de abril de 2016. En vida, mi hijo mostró su deseo de crearla, pero yo le decía que primero debíamos salir adelante con él y después ayudaríamos a las demás personas. Durante los novenarios de Kenneth, nos preguntaban mucho cuándo iniciaríamos la fundación, así que al final de esos nueve días decidimos -en familia- comenzarla, primero de hecho y luego de derecho. Nosotros tomamos como misión de vida ayudar a pacientes oncológicos pediátricos. Esa es nuestra razón de vida, aunque anteriormente realizaba actividades de labor social con la Fundación Verbo y Vida, de la renovación carismática de Caracas, a la cual pertenezco. Allí participaba toda la familia, incluido Kenny con la pierna ya amputada. Apoyábamos a las Hermanas de la Casa Hogar Madre Teresa de Calcuta, en el barrio Mirabal de la Guaira. También nos acompañaban los amigos de mi hijo a llevar las cosas y alimentar a los niños. Durante su enfermedad, mi hijo estudiaba tercer año y toda su promoción se unió en torno a él, lo acompañaron y apoyaron siempre”.
¿De qué manera ayudan a los pacientes oncológicos? ¿Trabajan en conjunto con algunos hospitales?
“Ayudamos con alimentos, medicamentos, pago de exámenes, traslados aéreos o en bus, hospitalizaciones y cirugías, estudios patológicos, radiografías, depende cómo esté el bolsillo y de las necesidades planteadas. En ocasiones, cuando hay algún cumpleaños o celebración, mi esposa o alguna de las voluntarias elaboran la torta y se la enviamos o la llevamos personalmente y compartimos con el grupo. Tenemos relación con los hospitales San Juan de Dios, Luis Razetti, el Clínico Universitario, Domingo Luciani, el San Juan de Dios, y con aliados como la Casa Ronald McDonald, Senosalud, Senos Ayuda, Fundación Andrea, Fundación Cabecitas Rapadas, Fundación Los Peluches. Todos en el Área Metropolitana de Caracas, dentro de nuestra ciudad”.
Las personas que necesitan ayuda ¿cómo se contactan con ustedes?
“Los pacientes oncológicos saben dónde buscarnos. De boca en boca llegan a nosotros y a través de las redes sociales. En el interior, por contacto con otros niños con cáncer o porque en los laboratorios donde hacen los exámenes les hablan de la fundación. Ayudamos a algunos que viven en el interior, porque no tienen comida o necesitan hacerse algún examen, pero generalmente son niños tratados en hospitales de Caracas. También, en ocasiones, colaboramos con asociaciones que conocemos y que solicitan apoyo. Uno tiene que tener el contacto para comprobar lo efectivo de la ayuda y que se utilizó en lo necesario. No se puede hacer si no hay ese control. Muchísima gente nos conoce y nosotros somos mucho para la persona que ayudamos, pero somos minúsculos para la necesidad que hay. Estamos tratando de devolver un poquito de lo que recibimos».
“El contacto con nosotros puede venir de muy diversas maneras. Tuvimos recientemente un caso, una niña de Lara a quien ya no atendieron más en su estado y su mamá la trajo a Caracas. La primera noche estaban durmiendo en las afueras del oncológico Luis Razzetti en Lídice, cuando pasó una señora, las vio, se las llevó para su casa y luego me llamó. Me dijo que sabía quién era yo y me relató lo que estaba pasando. Nos comunicamos con el oncólogo del hospital San Juan de Dios, se organizó todo y ella es ahora paciente en ese hospital. Yo no conocía a la señora, pero ella sabía de la fundación y estableció el contacto”.
Anualmente ¿cuántas personas puede ayudar la fundación?
“Directamente, por lo menos, unas 250 e indirectamente 1.000 personas, pueden ser más, por la cantidad de medicamentos que donamos. Con algunas organizaciones, además de medicamentos apoyamos con libros, ropa, alimentos, como es el caso de la Fundación Nativo que va al Amazonas”.
¿Cómo se financian?
«Nosotros no tenemos un evento como tal para poder financiarnos. Después que mi hijo fue diagnosticado, en el primer mes recibimos más de 400 transferencias bancarias a mi cuenta personal. Yo no tenía seguro para ese momento y fue tanto el dinero que nos donaron que alcanzó para las cirugías y las hospitalizaciones. En un lapso de 11 meses que duró en el Centro Médico Docente La Trinidad, a mi hijo no le faltó nada. Con los fondos que quedaron de esas transferencias comenzamos a trabajar e iniciamos una campaña en GoFoundMe. Además, hay particulares y fundaciones que se solidarizan con la causa y ayudan. Tuvimos el caso de un examen para una niña donde la Fundación de Los Peluches nos completó el costo del estudio. Hasta el mes de enero de este año hicimos mensualmente una clase de Zumba, cuyo pago era un kilo de amor. La finalidad era recoger comida para donar porque, a veces, los niños no pueden recibir quimioterapia porque están desnutridos. También, en los tres primeros años, realizamos una competencia de fútbol, Copa de Futbolsala Kenneth, cuyo propósito era recaudar fondos”.
¿Toda su familia lo acompaña en esta labor?
“Mi núcleo familiar es mi esposa y mis tres hijos varones: Alfonso, el mayor de 27 años, después viene Kenneth, que tendría hoy 20 años, y Matthew, que tiene 17 años. Todos están involucrados en la fundación. Mi esposa colabora y asiste a eventos, pero para ella ha sido un poco más difícil. Contamos con 50 voluntarios aproximadamente. Las mamás -de la promoción de Kenneth en el colegio El Peñón- más allegadas a nuestro grupo mantienen el contacto y prestan su apoyo cuando se requiere. En el día a día, somos cinco personas, las demás son itinerantes”.
¿Cómo compagina su tiempo entre la vida profesional y la fundación?
“Yo soy comerciante. Todo ese aspecto laboral, profesional, lo pongo en manos del Señor y yo me ocupo de las cosas de Dios aquí. Cuando yo empecé con la renovación carismática había sido desahuciado psicológica y físicamente por depresión profunda y posibles ataques de pánico. Los doctores dijeron que podía caer en un estado tan profundo que temían no poderme sacar, que no tenían la seguridad de volverme a incluir dentro de la sociedad. Ahí comenzó mi vida, ahí comenzó mi cambio, con la renovación carismática. Posteriormente ocurre lo de mi hijo y cambia todo nuevamente. Hoy, mi vida es estar al servicio de papá Dios. Tengo mi trabajo y tengo personas que Dios ha puesto en mi camino para que me den la libertad de poder salir y hacer lo que mi corazón me indica”.
En estos tiempos de pandemia se le recomienda a la gente distanciarse socialmente, pero ¿cómo podemos alimentar la solidaridad?
“La naturaleza del ser humano per se es buena, es bondad, es amor. En estos momentos, pienso que hay solidaridad, creo en ella, quiero creer en ella. Yo puedo ser una muestra de ello, formo parte de esos que somos más, para mí es importante lo que yo pueda hacer. No me pregunto lo que pueda hacer la fundación o el Estado o la alcaldía o tal institución. Si a mis manos llega una niña que necesita ayuda y puedo hacerlo, no volteo para atrás, y sé que como yo hay muchos. Cuando le rezo a Dios le pido que me haga mejor persona y que mañana sea mejor que el día anterior. Si nosotros permitimos a papá Dios que se asome a la ventana de nuestro corazón y que sea nuestro rostro y sea nuestra sonrisa, esa será la imagen de Dios que verá nuestro hermano. Yo no puedo transmitir lo que siento, porque para mí es un estilo de vida. La fundación es mi hijo y yo nunca le fallé a él, no lo voy a hacer ahorita. Yo lo honro todos los días, honro su memoria. Si yo no hago eso, entonces no valió la pena lo que vivimos. Cuando el corazón de Kenneth dejó de latir, comenzó a latir en mi pecho”.
Quienes deseen conocer más sobre FundaKenneth, unirse a su grupo de voluntarios o colaborar con su trabajo, pueden visitar su página web www.fundakenneth.org.ve.
También pueden seguir su cuenta @fundakenneth en Twitter e Instagram, escribir al correo fundakenneth@gmail.com o contactar a su equipo a través del teléfono 0416-638 6164.
Hoy más que nunca es fundamental mostrar y replicar las historias de lo bueno que hacemos, de lo mejor de nuestros gentilicio, con el fin de (re)construir ese tejido social que propone y actúa por el bien común.
Si eres parte de ese ejército de #GenteDeBien o conoces a alguien que lo sea y quieres que contemos su historia, escríbenos un mensaje con la información del trabajo realizado, así como de los datos de contacto, al correo electrónico retopaisvenezuela@gmail.com.
*Fotos: Cortesía Fundakenneth