El presidente de Acción Solidaria reflexiona sobre los retos de este 2021 para las ONG, en medio de la escalada de ataques desde el Gobierno. El activista apuesta por el diálogo y la negociación para lograr algunos acuerdos, y adelanta que trabaja en concretar una instancia de coordinación de la operación humanitaria en el país. También hace un balance de la labor de la organización que dirige en el pandémico año 2020 y presenta una visión sobre la situación de los pacientes con VIH en Venezuela.
*Por Marina Piña/Foto apertura: Crónica.Uno
De profesión arquitecto, Feliciano Reyna ha dedicado más de un cuarto de siglo de su vida a diseñar y ejecutar estrategias en pro de los derechos de personas en situación de vulnerabilidad y a construir alianzas que contribuyan a desarrollar redes ciudadanas. Es fundador de la Asociación Civil Acción Solidaria (ACSOL) que trabaja por las personas que viven con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH); también de Civilis DD.HH., dedicada al apoyo de la labor que realizan grupos y organizaciones de la sociedad civil en el campo de los derechos humanos, y de Codevida, coalición de organizaciones dedicadas a la salud. Al mismo tiempo, forma parte de Sinergia, espacio democrático de articulación de la sociedad civil.
Acompañado por un grupo de colaboradores y donantes, desde 2016 Reyna ha sumado a la labor de Acción Solidaria la atención de los más afectados por la emergencia humanitaria compleja que atraviesa el país, con la entrega de medicamentos y asistencia médica. Además, ha venido denunciado esta crisis, como activista y representante de la sociedad civil, ante instancias nacionales e internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o la Organización de Naciones Unidas.
Este 2021 ACSOL celebra su 26° aniversario. La conmemoración llega en medio de un panorama complicado para las ONG, que se han convertido, desde inicios de año, en blanco de un aumento de ataques por parte del Estado venezolano, el más notorio de ellos el allanamiento de la organización humanitaria Azul Positivo y la detención y enjuiciamiento de cinco de sus miembros.
A propósito de todo esto, hace balance del camino recorrido hasta ahora y ratifica la importancia de la organización ciudadana, ante una situación social que considera “insostenible” y demanda soluciones negociadas y coordinación con el Estado.
El año 2020 fue, por decir lo menos, un año complicado para todo el mundo. Las medidas de “distanciamiento social” afectaron negativamente el trabajo de algunas ONG que establecen una interacción cercana con la población en el área de salud y, además, aparentemente, la ayuda se volcó a la lucha contra la Covid-19. En el caso de Acción Solidaria, ¿cómo evalúan su acción en el pasado año?
“Cuando viene la casi paralización de actividades en marzo, todos estábamos a la expectativa de lo que podía ocurrir, sobre todo en el manejo de la pandemia por parte del Gobierno, ¿qué medidas iba a tomar?, ¿qué significaba la cuarentena?, ¿qué obstáculos conseguirías en la vía?, porque nuestro programa tiene un componente muy importante de distribución nacional -recepción de medicinas, insumos, alimentos-, aunque la gran mayoría son medicinas e insumos médicos que se distribuyen a través de una red que, hoy por hoy, cuenta con 120 organizaciones en 19 estados y con especialistas de salud en unos 30 hospitales públicos. Entonces, era ver cómo iba a operar la recepción desde el exterior y la distribución nacional en ese entorno más o menos incierto”.
¿Cómo superaron ese momento inicial?
“Todo ese período inicial nos llevó a decir ‘cada quien desde la casa’, mientras nos reorganizábamos. Luego, con el sistema humanitario de Naciones Unidas empezamos a tramitar salvoconductos. Ya para mediados de abril estábamos retomando actividades, pero con las limitaciones que impone el hecho de ayudar a las personas a mantener su distancia física. Por cierto, a nosotros nos parece terrible haber usado el término distanciamiento social, es de esos errores que a veces hay en la ciencia por no pensar en el peso del lenguaje, como ocurrió al principio del VIH con los grupos de riesgo.
Fuimos retomando tanto que todo el resto del año estuvimos operando con la normalidad que uno pudiera esperar dadas las condiciones, si antes venían 150 personas, ahora son 70, máximo 80 por día. Si repartíamos hasta 90 mil tratamientos al mes, eso bajo a cerca de 55 mil. Hubo reducciones propias del contexto, pero creo que fuimos respondiendo junto con otras organizaciones, que igualmente fueron haciendo sus ajustes. Ya no se reúnen 12 personas en la recepción, sino cuatro por vez, cada uno en un espacio”.
En un tiempo en que todas las donaciones, aparentemente, iban dirigidas contra la Covid-19, ¿Cómo lograron mantener la ayuda con medicamentos dirigidos a otras patologías?
“Esa es una de las virtudes que tiene un programa como este porque, en ese vuelco a atender coronavirus en clínicas y hospitales, nosotros seguimos promoviendo lo que veníamos haciendo: donar medicamentos a una mayoría para quienes lo primordial es comer. Apareció el coronavirus y había mucha gente que necesitaba atención por ello, pero la hipertensión siguió, la diabetes siguió, la convulsión siguió. Siempre fuimos buscando las medicinas del programa habitual y también entramos en un componente de distribución de equipos de protección personal, porque se necesitaban -necesitan- cantidades industriales. Hicimos también ese triaje, es parte del programa solicitar a nuestros donantes los equipos de protección personal y, en la gestión de información, creamos una plataforma para hacerle seguimiento, que viene operando desde de agosto de 2020”.
La prioridad: Trabajar por una instancia de coordinación de la operación humanitaria
¿Cuáles son los retos de la organización para el 2021, en el ámbito de salud, social, político? En un año que comenzó con acciones directas contra las ONG.
“El ambiente político era previsible que se complicara de esa forma, desafortunadamente, porque hay un debilitamiento muy claro en el mundo político partidista y una consolidación de los grupos de poder, lo que da a algunos actores espacio para poner en marcha prácticas que habían anunciado. Eso nos pone a todo el conjunto de la sociedad civil, en general, grupos sindicales, humanitarios, de derechos humanos, medios de comunicación, en alerta y en ver cómo trabajamos juntos, cómo podemos hacer frente común a situaciones de arbitrariedad como la que está afectando a nuestros colegas de Azul Positivo. Arbitrariedades que esperamos poder contrarrestar porque, si el Estado tiene obligaciones en términos de reconocimiento a actores multilaterales de la sociedad civil en el terreno humanitario y ha acordado que esos mecanismos se pongan en marcha, entonces tiene una obligación de protección a esos mecanismos. Desde el año pasado comenzamos a tener acercamientos con la Cancillería, que es la responsable por parte del Estado de cumplir con ese mandato, y estamos por crear una instancia de coordinación de la operación humanitaria con ellos y con otros actores. Ya tuvimos una reunión con Fiscalía por este caso de Azul Positivo, donde se está criminalizando a la organización por el uso de transferencia de recursos por efectivo. Siempre estamos viendo dónde puede estar el riesgo y qué se puede hacer para mitigar lo más posible el daño a las personas, tanto de las organizaciones como a las beneficiarias, y bueno, en eso estamos, empezamos un año muy movido. Todavía no se ha instalado esa instancia de coordinación, pero esperamos que sea muy pronto”.
¿El mayor reto será lo político?
“Yo creo que sí, porque de ese entorno político depende que los fondos de cooperación internacional fluyan. Aun si no se resuelve, no puedes dejar la solución del conflicto político fuera de los cálculos, pero no puedes esperar para trabajar por los problemas inmediatos de la gente a que ese conflicto se haya resuelto. No parece que va a ser a corto plazo”.
El economista Asdrúbal Oliveros señalaba que va a ver un nuevo aire económico y que, mientras la gente no se meta en política, el gobierno no la va a perturbar. ¿Puede ser el caso para las ONG?
“En el caso nuestro, siempre va a haber una cierta tensión entre la atención a las personas en necesidad y levantar la voz respecto de esas necesidades, pero somos un movimiento amplio en el que un grupo levanta la voz, saca toda esta información, la comparte con órganos de Naciones Unidas, de Derechos Humanos, Comisión Interamericana, mientras otros estamos prestando servicio. Algunos nos sentimos con un pie en cada lado y yo creo que no vamos a dejar de hacer esa parte que significa levantar la voz y señalar los problemas, eso no lo podemos evitar y nos va a crear problemas.Ya hay un éxodo importante de activistas, sobre todo jóvenes, que están buscando oportunidades afuera, que se están formando en derechos humanos, en políticas públicas. Hay temor en el voluntariado, temor en el personal, dependiendo de lo que se viva. Yo creo que Rafael Uzcátegui, de Provea, ha dicho bien las dos cosas que están buscando: una, hacer ver que la cooperación internacional, los recursos -sobre todo señalándolos como solo dinero- son ilegítimos o usados para actividades no legítimas. Eso lo ha dicho Cabello varias veces, que se han utilizado para atacar al Estado, socavar las instituciones; la otra es tratar de deslegitimar a las organizaciones y atemorizar a la gente que se acerque a trabajar con ellas”.
Cualquiera que haya participado en una ONG, sabe lo estricta que es la rendición de cuentas con los organismos internacionales.
“Fíjate, en el caso de Azul Positivo, en la reunión que tuvimos en Fiscalía estuvo presente el representante del PNUD, Jan Harfst, quien expresó que ‘no nos pueden decir que una organización como Azul Positivo, que es socia implementadora de ACNUR, de ONUSIDA, está haciendo algo raro porque pasa por un proceso exhaustivo de selección para la firma de los convenios’.
Yo insisto en que parece haber dos grupos (en el Gobierno), a lo mejor estoy equivocado, uno que está abierto a espacios de diálogo y de negociación, ahora hay una nueva administración en Estados Unidos y, probablemente, sea más multilateral el trato; mientras que otro es de una línea muy dura, que va golpeando, incluso, los intentos de llegar a algún tipo de acuerdo. Ojalá que sean dos y que prevalezca el más sensato, por el país”.
Qué siente una persona que trabaja en una ONG, cuando ve que alguien salido de ese mundo llega a un cargo como Defensor del Pueblo y se sumerge en la inacción o en una acción contraria a lo que se esperaba de él.
“Muy decepcionado, yo conozco a Alfredo Ruiz y me pareció siempre una buena persona. Parece que se acercó demasiado al poder y empezó a permitir que pasaran cosas sin decir nada o al revés, incluso justificándolas. Yo recuerdo las declaraciones terribles que dio sobre la migración, negando que había realmente una situación crítica. Entonces, hay un momento en que parece que uno pasara la línea de no retorno y no me extrañaría que para una persona así, que viene de la Red de Apoyo, de haber trabajado con víctimas (de abusos de los cuerpos de seguridad) y saber que hay una masacre en La Vega… Yo me lo puedo imaginar a veces preguntándose, en la intimidad, ¿cómo salgo de esto?, ¿cómo me voy a otro país?, ¿en qué momento me salgo? Pero lo terrible es que no se sale. Muy decepcionante. Tendría que haber llegado a algún acuerdo, si es que quiere seguir allí, para decir algunas cosas en voz alta, de vez en cuando”.
¿Por qué el trabajo mancomunado de las ONG no se replica en el país, ya no digo con el Gobierno, sino en otras instancias?
“Yo creo que las virtudes que hay en este trabajo, quizás lo facilita, porque no hay esa lucha por el poder. Aquí no. Siempre va a haber unos intereses aquí y allá, pero no hay esta cosa tan dura que parece haber en el mundo de los partidos políticos. La lucha por el poder la considero legítima, lo único es que, ciertamente, parece que hubiera momentos en que habría que anteponer otros intereses para poder avanzar en una causa común y, bueno, llegará el momento de hacerlo. Creo que en las organizaciones de derechos humanos, humanitarias, de desarrollo, y, eventualmente, en el mundo del periodista, el propósito es otro, entonces hacer frente común creo que es fácil. Nosotros tenemos una red de comunicación y aún en las discusiones álgidas es posible llegar a puntos donde se respeta la opinión, se da el debate y se puede avanzar en un momento dado. Un caso: sacamos una comunicación para que se flexibilicen las sanciones de EE.UU. y se den licencias que permitan, por ejemplo, el intercambio de petróleo por diésel y un comunicado para defender a Azul Positivo que firman 130 organizaciones, mientras que el primero lo firman 35, y eso está bien, eso es legítimo. No parece haber alguien que esté buscando ser el líder, porque ¿quién lidera a la sociedad civil que es tan diversa?”.
«Esto se convirtió en mi mundo«
¿Cómo llega Feliciano Reyna a Acción Solidaria?
“Soy arquitecto de profesión, ejercí durante un periodo en Nueva York, en los inicios del tema de VIH Sida y allí me fui vinculando con grupos que atendían en la ciudad. Cuando me vine a Venezuela trabajé con la empresa familiar, después tuvimos la licencia de Benetton por un tiempo. Aquí, personas amigas afectadas empezaron a acercárseme porque sabían que tenía conocimiento sobre los inicios del VIH. Cuando mi pareja murió, me fue necesario crear Acción Solidaria. Nunca más me planteé la posibilidad de volver a un mundo de empresas ni de generación privada de recursos, nada de eso. Esto se convirtió en mi mundo. Esto le da mucho sentido a la vida en general. Acabamos de cumplir 25 años en octubre y, aunque tengas o no prácticas previas, vale la pena profesionalizarse porque esto tiene retos importantes: hay que llevarlo bien, desde el punto de vista administrativo, personal, de políticas, además de que la acción sea útil para las personas”.
En estos 25 años ¿Cómo ha cambiado la percepción de la sociedad hacia una ONG dedicada al servicio de la gente con VIH?
“Un cambio drástico, que también ha sido fruto del trabajo de las organizaciones y de las personas afectadas con VIH y sus familias. Nosotros empezamos en 1995. La primera conferencia mundial sobre el tema a la que asistí fue en 1998 y su lema era ‘Silencio = muerte’. Eran años de silencio, de no decir que se estaba trabajando en este terreno. Cuando murió mi pareja, yo le dije a mis padres que iba a empezar con esto, que era un terreno álgido, difícil, que a la gente no le iba a gustar y que dirían si yo tengo o no Sida… les dije vamos a prepararnos para eso con el entorno más cercano y a echar pa’lante. Lo interesante es que en ese mismo 98, inclusive a fines del 97, tuvimos reuniones con personas de empresas y familias con recursos, para plantearles las metas, el ideal de Acción Solidaria. De allí salió gente maravillosa, inesperada, dispuesta a apoyar el proyecto, al bien que se podía hacer. Hubo empresas que colaboraron, pero pidieron que no se les relacionara con la ONG, y hubo otras que no; contamos con médicos como Manuel Guzmán Lander, José Antonio Suárez, pediatra en el área del VIH; Bobby Coimbra y Juan Carlos Bertorelli, en la parte de publicidad. Creamos una buena campaña y pudimos transmitir la idea de que esto era importante y había que prestarle atención. Luego se unió al proyecto Leonor Mendoza de Gómez y su mamá. Gracias a ella tuvimos los primeros recursos para personal y para crear el centro de atención telefónica, además, ella nos dio la inicial para esta casa (la sede). Cuando una persona de esa talla, católica comprometida, te dice ‘eche pa’lante que esto es importante’, hay otra gente que te apoya”.
VIH en Venezuela
¿Contamos con estadísticas sobre el VIH en el país?
“Hay datos, pero con muchas fallas. En algún momento estimamos que podíamos estar alrededor de 180 o 200 mil personas viviendo con esta condición. Después ONUSIDA lo bajó a 120 mil. Hubo unos datos muy específicos del Ministerio de Salud que hablaron de 77 mil y poco después bajaron a 65 mil”.
¿Eso es posible?
“Los 120 mil serían quienes lo tienen, pero no todos lo saben, mientras que los 77 mil eran los registrados en el programa, gente ya diagnosticada con el VIH. Esta cifra bajó cuando hicieron una limpieza de los registros, eso podría tener sentido porque fue en pleno momento de migración. Para un programa particular con el Fondo Global del año 98, ya había empezado la migración, nosotros teníamos reportes de personas con VIH que se estaban yendo porque aquí no había tratamiento. Desde el 2013 hasta 2016 fueron años terribles. Entonces, claro bajamos de 77 mil a 65 mil, ahora estamos alrededor de 70 mil conocidos. y no todos reciben tratamiento sino hasta donde llegan los recursos del Fondo de Población de las Naciones Unidas. El gobierno venezolano no está invirtiendo en esta área. Actualmente no hay tratamientos para todos, no llega ni siquiera a las 50 mil personas quienes lo reciben, los otros son más complejos y hay que hacer otros esfuerzos para traerlos porque son más costosos, se viene haciendo, pero no es suficiente”.
¿Cómo hace para enfocarse en varias áreas a la vez?
“Ha sido fuerte, este proceso ha sido un tremendo aprendizaje y tenemos gente maravillosa. Cuando decidimos meternos en lo humanitario, en 2016, éramos seis personas a tiempo completo y tres a medio tiempo. Ahora somos 31 personas, la organización pasó casi a cinco veces más su personal, en cuatro años. Me maravilla cuando veo lo que cada uno está haciendo en su coordinación, en cómo lleva su área y su equipo de trabajo. Ojalá en el momento que esto empiece a mejorar, porque yo confío en que sea así en dos o tres años más, podamos seguir teniendo un buen impacto con unos equipos de esta preparación, siempre va a hacer falta estar allí”.
¿Tiene esperanzas?
“Sí, mi impresión es que esto es insostenible. Si este año se ‘normaliza’ la economía, la situación humanitaria puede pasar a un segundo plano, parecer que no hay un problema de tipo humanitario, pero la verdad es que ahora tenemos un 10 o 15 % de la población que se va a defender y un 80 % o un 85 % que va a estar en condiciones muy precarias y se van a seguir yendo. Por eso es que yo creo que es tan serio lo que tenemos encima, lo que ha de venir, que habrá un momento en que habrá una cierta sensatez, en que se diga: tenemos que generar unas vías de transición, aunque signifique negociar poder. Me refiero a los que están ahorita en el poder, y eso tiene sus dificultades. A lo mejor ahora sí se consigue el camino para hacerlo bien, pero toma más tiempo”.